[ Pobierz całość w formacie PDF ]
»Fuera, en el alféizar de la ventana, pude ver a Tip, el gato de mi hermana. No había hecho más que
verlo, cuando dio un brinco, con el rabo completamente erizado. Durante un instante, permaneció
levantado sobre sus patas tiesas; parecía mirar algo fijamente, en dirección a la puerta. Luego, de
repente, empezó a retroceder por el alféizar, hasta que llegó a la pared, y no pudo hacerlo más. Se
quedó allí, rígido, como congelado, en una actitud de miedo insuperable.
«Asustado y confundido, cogí un garrote de un rincón, y me dirigí a la puerta sigilosamente, con
una de las velas encendidas en la mano. Estaba ya sólo a unos pasos, cuando, súbitamente, me
corrió por todo el cuerpo una extraña sensación de terror..., de terror palpitante y real; no sabía de
dónde me venía, ni por qué. Tan grande fue la sensación, que no perdí tiempo; retrocedí
inmediatamente, de espaldas, con los ojos atemorizadamente fijos en la puerta. Hubiera querido
precipitarme sobre ella, cerrarla de golpe, y pasar el cerrojo y los pestillos; pues la había reparado y
reforzado, de forma que ahora quedaba mucho más resistente que antes. Como Tip, seguí mi
continuo, inconsciente retroceso, hasta que tropecé con la pared. Entonces me sobresalté, nervioso,
y miré a mi alrededor con recelo. Al hacerlo, mis ojos cayeron momentáneamente en el armero, y
di un paso hacia él; pero me detuve con la singular impresión de que sería inútil cualquier arma.
Fuera, en los jardines, el perro gemía extrañamente.
»De pronto, el gato profirió un furioso, largo maullido. Me volví rápidamente hacia él: algo
luminoso y fantasmal lo tenía cercado, permitiéndome verlo mejor. Se resolvió en una mano
resplandeciente, traslúcida, con una fosforescencia verdosa alrededor de ella. El gato dio un último
maullido de espanto, y lo vi convertirse en humo y en una llamarada. Se me cortó el aliento, y me
apoyé contra el muro. Sobre esa parte de la ventana se extendió una mancha verdosa y fantástica.
Me ocultó al ser, aunque el resplandor del fuego brilló, atenuado, a través de ella. Un hedor a carne
chamuscada se filtró en la habitación.
»Pad, pad, pad... Algo cruzó el sendero del jardín, y un olor débil, mohoso, entró por la puerta
abierta, mezclándose con el hedor de carne abrasada.
- 97 -
HOGDSON, W. HOPE LA CASA EN EL CONFIN DE LA TIERRA
»El perro se había callado unos momentos. Ahora lo oí aullar agudamente, como en tono lastimero.
Luego se calmó, aunque de vez en cuando emitía algún apagado quejido de temor.
«Transcurrió un minuto; la verja de poniente de los jardines se cerró de golpe, distante. Después,
nada; ni siquiera el gimoteo del perro.
«Creo que seguí algunos minutos donde estaba. Luego me volvió un poco de ánimo al corazón, y
me abalancé sobre la puerta, la cerré de golpe y pasé el cerrojo. Después de eso y durante media
hora, permanecí sentado, incapaz de hacer nada, mirando ante mí, rígidamente.
»Poco a poco me volvió la vida, y subí temblando a mi dormitorio.
«Eso es todo.
- 98 -
HOGDSON, W. HOPE LA CASA EN EL CONFIN DE LA TIERRA
LA ENTIDAD DE LA ARENA
»Esta mañana, temprano, he salido a los jardines; pero lo he encontrado todo como siempre. Cerca
de la puerta, he examinado el sendero en busca de huellas; pero tampoco aquí he visto nada que me
aclare si ha sido un sueño o no.
»Sólo cuando he ido a hablarle al perro, he descubierto una prueba irrefutable de que ha ocurrido
algo. Al acercarme a su perrera, él ha permanecido dentro, acurrucado en un rincón, y he tenido que
hablarle con mimo para persuadirle de que saliera. Cuando finalmente ha consentido en venir a mí,
lo ha hecho de manera extrañamente acobardada. y sumisa. Al acariciarlo, me ha llamado la
atención una mancha verdosa en su costado izquierdo. La he examinado, y he visto que tiene el
pelo y la piel aparentemente chamuscados; pues tiene una quemadura en carne viva; me recuerda la
huella de una gran garra o mano.
«Me he incorporado, pensativo. Mi mirada se ha fijado entonces en la ventana del estudio. Los
rayos del sol naciente incidían temblones en un bulto humeante del ángulo inferior, haciendo que
fluctuase de un modo extraño entre verde y rojo. ¡Ahí, ésa era, indudablemente, otra prueba; y de
repente, me ha venido a la cabeza la espantosa Entidad de anoche. He mirado al perro otra vez.
Ahora sabía la causa de esa herida horrible en el costado; sabía también que lo que yo había visto
anoche había sucedido realmente. Y una gran inquietud se ha apoderado de mí. ¡Pepper! ¡Tip! ¡Y
ahora este pobre animal!... Al mirar al perro otra vez, he observado que se estaba lamiendo la
herida.
»"¡ Pobre animal!", he murmurado, y me he inclinado a darle una palmada en la cabeza. Entonces
se ha puesto de pie, me ha olisqueado y me ha lamido la mano, melancólicamente.
»A continuación, lo he dejado, ya que había otras cosas que quería atender.
«Después de la comida, he ido a verlo otra vez. Parecía tranquilo y poco dispuesto a abandonar su
[ Pobierz całość w formacie PDF ]