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porque no restase solaz alguno para mi venganza, y arrebató una tranca con
que se solían cerrar las puertas del establo y no cesó de darme de palos,
hasta que con el peso del madero vencida y fatigada su fuerza le saltó de la
mano. Entonces, quejándose que tan presto había cansado, arremetió al
fuego y tomó un tizón ardiendo, y lanzómele en medio de estas ingles, que
me quemó, hasta que ya no me restaba sino sólo un remedio, en que me
esforzaba, que solté un chisquete de líquido, que le ensucié toda la cara y
los ojos. Finalmente, que con aquella ceguedad y hedor se apartó tanta pena
y destrucción de mí, que, si no, perecía yo, asnal Meleagro, quemado por
aquella Altea.
Octavo libro
Argumento
En este libro se contiene la desdichada muerte del marido de Carites, y de
cómo ella sacó los ojos a su enamorado Trasilo; y cómo ella misma, de su
propia voluntad, se mató, y la mudanza que hicieron sus criados después de
su muerte; y cuenta muy lucidamente de ciertos echacuernos de la diosa
Siria, diciendo de sus vicios y suciedades y cómo se cortaban los miembros
para ganar dineros, y después cómo se descubrieron los engaños que
traían.
Capítulo I
Cómo venido un mancebo a casa de su amo de Lucio cuenta con admirable
dilación cómo Trasilo, por amores de Carites, mató con engaño a
Lepolemo, y cómo ella le sacó los ojos a Trasilo y después se mató a sí.
Esa misma noche, al primer canto de los gallos, vino un mancebo de una
ciudad que estaba allí cerca, el cual, según que a mí me parecía, debía de
ser uno de los criados y servidores de Carites, aquella doncella que padeció
conmigo tantas tribulaciones y trabajos en casa de aquellos ladrones. Este
mancebo, estando sentado al fuego con los otros gañanes y mozos, contaba
cosas maravillosas y espantables de la desventura e infortunio que había
venido a la fortuna y casa de su señora, diciendo de esta manera:
-Yegüerizos, vaqueros y boyeros: quieroos contar cómo yo tuve una
mezquina de una señora, la cual murió de un caso gravísimo, aunque no fue
desacompañada y sin venganza al otro mundo; y por que mejor sepáis todas
las cosas, os quiero decir este negocio cómo aconteció desde el principio,
porque puedan muy bien los que son más discretos y la buena fortuna los
enseñó a escribir ponerlo en escritura a manera de historia. Era un mancebo
de esta ciudad que está aquí cerca, hidalgo y noble de linaje, caballero asaz
rico; pero era dado a los vicios de lujuria y tabernas, andando de continuo
en los mesones y burdeles acompañado de compañía de ladrones y
ensuciando sus manos con sangre humana, el cual se llamaba Trasilo: tal
era su fama y así se decía de él. Este mancebo fue uno de los principales
que pidió en casamiento esta dueña Carites, siendo ella de edad para casar,
y con toda su posibilidad trabajó por casarse con ella; y como quiera que en
linaje precedía a todos los otros, y también con sus grandes dádivas y
presentes convidaba la voluntad y juicio de sus padres, pero por sus malas
costumbres él fue desechado y repelido. Después que la hija de mi señor se
casó y vino en manos de aquel noble varón Lepolemo, Trasilo criaba y
continuaba entre sí el amor por él comenzado, y recordándose de aquella
indignación y enojo que tenía por haberle negado el casamiento, buscaba
acceso para su cruel deseo; finalmente, que hallando oportuna ocasión para
la maldad que tenía pensada días había, se aparejó a hacer la traición. Y el
día que la doncella fue librada de mano de los ladrones por astucia y
esfuerzo de su esposo, él, mostrando alegrarse más señaladamente que otro,
se mezcló con los otros que hacían alegrías, y con mucho gozo mostraba
con su presencia que tenía placer del linaje que saldría de los nuevos
desposados; y por honra de tan noble generación él fue recibido en nuestra
casa como de los principales huéspedes, y callando el consejo de su traición
mentía y engañaba con persona y gesto de fidelísimo amigo. Ya con la
mucha conversación y continuas hablas, y algunas veces que comía y bebía
con ellos, era muy amado. Y con la amistad que le tenían, el necio
malaventurado poco a poco se lanzó en el pozo profundo del amor. ¿Por
qué no? Pues que el fuego del primer amor primeramente deleita con muy
poquito calor, pero, con la yesca de la conversación, de poco ardor sale tan
gran fuego que todo el hombre quema. Finalmente, Trasilo deliberó
consigo muchos días antes de hacer lo que pudiese; y como no hallase lugar
oportuno para poder hablar a la dueña secretamente, y viese asimismo que
por la muchedumbre de los que la guardaban estaban cercados todos los
caminos para cumplir su voluntad, y también conociese que el vínculo del
nuevo amor y afición que entre el marido y mujer crecía no se pudiese
desatar, y que la dueña, aunque quisiese, como quiera que ella no podía
querer tal cosa, no era posible comenzar a hacer maldad a su marido, pero
con todo esto Trasilo era forzado y compelido con porfía obstinada a
procurar lo que no podía alcanzar como si pudiese efectuarlo. Y lo que
ahora le parecía muy difícil de alcanzar, el amor loco que cada día más se
esforzaba le hacía creer y tener esperanza por su edad y juventud que era
fácil cosa de haber. Mas yo ruego ahora que, con mucha atención,
entendáis en qué paró el ímpetu de esta furiosa lujuria. Un día, Lepolemo
tomó consigo a Trasilo y fuese a caza de monte para buscar animales, así
como corzos, porque en esto no hay ferocidad ni braveza como en los otros [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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